Posted on julio 23, 2018 by WCRCadmin
Ya sea por causa del fanatismo, el mero anhelo de poder o la riqueza material, las razones de los conflictos han sido las mismas durante miles de años. De acuerdo al Instituto de Heidelberg para la Investigación de Conflictos Internacionales en su “Barómetro de Conflictos 2013”, hubo 400 alarmantes conflictos alrededor del mundo, de los cuales 20 fueron guerras.
Durante la visita a la Zona Desmilitarizada (ZDM) entre Corea del Sur y Corea del Norte, los y las integrantes del Comité Ejecutivo no pudieron dejar de evocar cómo el mundo de hoy está inmerso en conflictos y tensiones. En un servicio especial de oración en una capilla militar en la zona desmilitarizada, los y las integrantes del CE manifestaron sus preocupaciones y compartieron cómo sus propias regiones se ven afectadas por los conflictos.
Mary Ekinde Salle, Camerún
Me siento desafiada por lo que he visto esta tarde, aquí en la ZDM. Cuando entré al complejo, lo primero que vi fue la inscripción: “Fin de la separación: comienzo de la unificación”. Me sentí profundamente desafiada al reflexionar sobre lo que está sucediendo en mi país: Camerún. Es un conflicto que gradualmente se está convirtiendo en una guerra civil y que ya ha dejado a muchas personas en el dolor, a otras llorando a sus seres queridos que murieron en la lucha, a otras que viven con miedo e incertidumbre. Y sigo preguntándome: “Dios, ¿cuándo vas a detener todo esto?”
Sin embargo, la palabra de Dios dice que hay un tiempo para todo. Hay tiempo para comenzar y tiempo para terminar. Hay tiempo para amar y tiempo para odiar, tiempo para la guerra y tiempo para la paz. (Eclesiastés 3:8). Esto me da esperanza, creer que las convulsiones que están teniendo lugar en Camerún habrán de llegar a su fin algún día. Porque la palabra de Dios lo dice.
Por lo tanto, aprovecho esta oportunidad para recordarles a nuestros hermanos y a nuestras hermanas de Corea del Norte y del Sur que han tomado la decisión correcta al ponerle fin a su separación y al comenzar el camino a la unificación. Así esto no será apenas una inscripción, sino un sueño hecho realidad. Después de todo, eso es lo que Dios desea de sus hijos e hijas, que deben ser uno tal como él y su Padre son uno.
En este momento, queremos sumar nuestras voces a las del resto del mundo para hacer un llamamiento a nuestros hermanos y a nuestras hermanas: que después de la guerra, debe haber paz; y después del odio, debe haber amor. Entonces, en lugar de construir cercas y cavar trincheras que los separen, que sea posible construir puentes que los unan.
Que el lema de la reunión del Comité Ejecutivo de la CMIR nos desafíe: “Desde la vida, para la vida: transformar, reconciliar y renovar” (2 Corintios 5:18-19). Esto implica que, a pesar de que una gran cantidad de agua ha pasado por debajo del puente, todavía hay mucho por ganar cuando nos reconciliamos con Dios y con los demás.
Que el Dios Todopoderoso llene los corazones y las mentes de nuestros hermanos y de nuestras hermanas de Corea, para que puedan entregarse genuinamente a Él y que esta decisión de poner fin a su conflicto desafíe a los y las cameruneses a pedirle a Dios que transforme su caos en paz y su odio en amor.
Karen Georgia Thompson, Estados Unidos de Norteamérica
Vivo en Estados Unidos de Norteamérica. Nací en la isla de Jamaica. Como una persona de ascendencia africana que vive en los Estados Unidos de NA, a menudo me enfrento a los desafíos de lo que significa estar en un lugar donde la opresión es real, pero a la vez es frecuentemente negada. La separación que está presente entre nosotros y nosotras, a menudo se vuelve visible. Se manifiesta en las formas en que las personas miran y en el modo en que nos vemos y cuando el lugar de dónde venimos se torna problemático para nuestra existencia. Y, en este momento de estar aquí otra vez en Corea del Sur, me encuentro expresando mi solidaridad con nuestros hermanos y nuestras hermanas que quieren ver la paz.
El profeta Isaías dijo: “Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice su Dios”. Y creo que en los lugares donde encontramos amenazada nuestra existencia, buscamos la esperanza en la paz que solo Dios puede dar.
El salmista escribió: “¿Cuánto tiempo, oh Dios, cuánto tiempo”? También nosotros y nosotras hacemos nuestras estas palabras con bastante frecuencia, pero vivimos como personas de esperanza, como un pueblo que vive con la promesa de la resurrección, pues si Dios pudo estar presente en la resurrección de Jesús, entonces ciertamente Dios también puede estar presente cada día en tanto buscamos paz y esperanza en los sitios donde a menudo no hay ni la una ni la otra. Y así, seguimos orando solidariamente para que la paz de Dios reine y sea evidente, no para las generaciones venideras, sino para poder verlo en nuestros días, manteniendo esa paz para nuestros hijos e hijas y los hijos e hijas de nuestros hijos e hijas.
Claudio Pasquet, Italia
Italia es un país que enfrenta un conflicto entre quienes que quieren hacer algo por los refugiados y aquellas personas que no quieren hacerlo. Italia está tratando de rescatar a los y las inmigrantes que llegan de África (a través de Libia), que a menudo corren el riesgo de ahogarse en el mar. Pero muchas personas dicen: tenemos tantos problemas, ¿por qué ayudar a otra gente?
Nosotros, como pequeña iglesia protestante, elegimos involucrarnos con quienes están indefensos y muchas veces sin esperanza. También tratamos de superar el conflicto, explicando que, como nos enseña la parábola del Buen Samaritano, no eliges a tu prójimo; simplemente te encuentras con él / con ella en el camino de la vida.
Milciades Pua, Colombia
Vengo de un país hermoso, con una enorme riqueza, pero dividido por una guerra. Desde que logramos la independencia de España en el siglo XIX, no hemos tenido un día de paz. Las causas de nuestras guerras han sido la exclusión política…, la exclusión económica… [y] la exclusión por causa de la acumulación de la tierra.
Hace un poco más de sesenta años, se levantaron unos campesinos para reclamar por sus tierras y en contra de la exclusión política y económica. Se formaron las guerrillas, y en esa guerra fratricida ha habido más de siete millones de personas desplazadas, 55.000 personas desaparecidas y más de trescientas mil personas muertas. La guerra llegó a un estado de degradación y su crueldad era tan evidente que los ojos del mundo miraban a Colombia como uno de los países que no ha podido resolver sus conflictos.
Hace dos años el gobierno colombiano logró un acuerdo para poder acabar el conflicto armado con las FARC, una de las guerrillas más antiguas del mundo. Ha sido difícil lograr la implementación de los acuerdos, la paz tan anhelada está amenazada. En una campaña de odio y de mentiras se votó un referendo y los que no estaban de acuerdo con lo pactado en la negociación ganaron por un estrecho margen. Desde entonces la tan anhelada paz está siendo amenazada cada día y el gobierno colombiano no ha cumplido cabalmente los acuerdos.
Tenemos un país polarizado, cargado de odio y de resentimiento. Las raíces de nuestro conflicto persisten, sin embargo, las iglesias que hemos soñado y creído en la paz, seguimos sembrando esperanza y estamos trabajando por la reconciliación. Creemos que hay que sanar las heridas y empezar un nuevo momento en la historia.
Colombia también participó en la división de la península de Corea. Soldados colombianos vinieron a pelear una guerra que no era suya.
Hoy creemos que es posible seguir trabajando por la construcción de la paz. Seguimos soñando con un mundo de justicia y libertad, donde haya pan y paz, donde vuelva la alegría. Hoy vemos con esperanza la posibilidad de paz entre dos pueblos que han sido separados por los poderosos y esa esperanza de construcción de la paz en este lugar que pisamos, nos de fuerzas para construir la paz en nuestro país.
Najla Kassab, El Líbano
Estamos muy felices al poder reunirnos aquí en este momento especial y por ser testigos del avance hacia la paz en la Península de Corea. Esperamos con la esperanza de un futuro mejor. Así como el clima es hoy sombrío aquí en la zona desmilitarizada y esperamos a que salga el sol, así esperamos con ansias que salga el sol y que se eliminen las fronteras y que las personas pueden vivir unas al lado de las otras, celebrando la reconciliación y la convivencia. Rememoramos todo el dolor de las personas gente aquí en esta área, donde la guerra dividió a las personas y puso fronteras entre personas de la misma nación.
Como personas del Medio Oriente, que experimentamos la guerra durante tantos años, entendemos lo que la guerra provoca en las naciones y cómo la guerra afecta el futuro de las generaciones, pero confiamos en que la muerte y el sufrimiento no tendrán la última palabra, sino que la tendrá el poder de la resurrección. Por medio de la muerte de Jesucristo y su dolor en la cruz y la resurrección, tenemos esperanza y crecemos para ser el pueblo de la esperanza. Esto es lo que nos mantuvo como una iglesia en el Medio Oriente, y esto es lo que sostiene a la iglesia aquí en Corea.
Como personas en el Medio Oriente, alzamos nuestras voces con todas las personas que sufren en Corea y oramos para que este paso hacia la reconciliación crezca. También esperamos que en el Medio Oriente podamos iniciar pronto un peregrinaje similar hacia la reconciliación.
Oramos para que se nos asegure que Dios está con nosotros y nosotras en esta travesía y para que nos abra los ojos para ser una iglesia de reconciliación, donde su promesa de bienestar para todas y todas sea proclamada. Avancemos en la esperanza de que el sol salga pronto.
Las historias compartidas permiten darnos cuenta que tener la esperanza de ver un mundo mejor no es una utopía y que hay paz en el horizonte. La esperanza compartida nace de la certeza de que la auténtica reconciliación es posible buscando a Dios y pidiendo mientras continuamos nuestro andar hacia una convivencia pacífica.
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