Esperanza, aún en la oscuridad

¡Levántate y resplandece, que tu luz ha llegado! ¡La gloria del Señor brilla sobre ti! Mira, las tinieblas cubren la tierra, y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos. Pero la aurora del Señor brillará sobre ti; ¡sobre ti se manifestará su gloria! Las naciones serán guiadas por tu luz, y los reyes, por tu amanecer esplendoroso. —Isaías 60:1-3 (NVI)

En unas palabras de elogio para un ministro que dedicó su vida a la apasionada lucha por la justicia, su colega comenzó observando: “Dicen que es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad. ¡Bueno, Dave hizo ambas cosas!”

El citado pasaje de Isaías es un clásico para el Adviento y la Navidad, pero este año habla de una manera particularmente directa a nuestra comunión de iglesias. El llamado invita a levantarse y a dar testimonio de la luz en un mundo sumido en una sombría desesperación y en tragedias en espiral, para anunciar la luz y la gloria de Dios a la vez que se anuncia que vendrá aún más oscuridad. Este “uno y lo otro” de la esperanza irrumpe precisamente allí donde no hay una razón aparente para pensar que las cosas podrían cambiar. La situación se ve cada vez peor en muchos frentes, y el pueblo de Dios en nuestras iglesias y en todo el mundo están levantándose para anunciar y hacer visible la gloria de Dios. Y como Ireneo nos recuerda: “La gloria de Dios es la humanidad plenamente viva”.

La comunidad ecuménica se reunió en Roma para abordar la xenofobia, el racismo y el autoritarismo en el contexto de la migración mundial. Ni un paso atrás del llamado profético claramente mencionado por la Reverenda Dra. Tracy Blackmon, de la Iglesia Unida de Cristo, en un discurso en el que abordó con pasión y con claridad la realidad sombría y en el cual la luz del evangelio brilló en medio de las injusticias estructurales y sistémicas que estamos llamados y llamadas a transformar, con y junto a Dios.

Cuando los líderes del G20 se reunieron en Buenos Aires, Argentina, el Foro Interreligioso del G20 se reunió en sesiones paralelas para elevar el imperativo ético y espiritual de transformar el sistema económico global impulsado por el llamado capitalismo de libre mercado, que es el generador de la injusticia climática, la inequidad y la pobreza, y dentro del cual muy pocas personas se benefician a costa de la vida y del trabajo de la gran mayoría de las personas del mundo. Enfrentando con la verdad al poder en un mundo que ha caído en manos de ladrones.

En ambos casos, las personas de fe se levantan con la esperanza de defender y proteger la vida de las personas y del planeta, precisamente porque la situación no ofrece ninguna certeza de que el cambio sea probable o posible. Alimentados y alimentadas por la esperanza de Isaías, como lo atestigua Jesús de Galilea, encontramos inspiración en las palabras del Dr. Martin Luther King, Jr.: “Siempre es el momento adecuado para hacer lo correcto”. Nos levantamos a medida que las cosas se tornan más sombrías, más problemáticas… la esperanza no es lineal. No viene a nosotros y nosotras porque el cambio parezca probable o evidente. Viene mientras la desesperación aumenta. Como don de la fe, la tragedia y la desesperación son, de hecho, nuestras señales para surgir y para movilizarnos a la luz del implacable don de la vida. Como dijo quien expresó su elogio al colega fallecido, tanto maldecimos la oscuridad como encendemos una vela. Los desafíos no admiten un optimismo suave o un anhelo desencarnado de mejores tiempos, o la oración sin discipulado.

Esto no fue nunca más claro que en nuestra reciente visita a Irak, liderada por nuestra Presidenta Najla Kassab, junto con líderes de la PCUSA (por sus siglas en inglés) e iglesias miembros en Siria y Egipto. Visitamos las tres pequeñas congregaciones dispersas por todo el país. Después de años de guerra, conflicto o invasión, una tras otra, hasta el 90% de los cristianos y cristianas de nuestra familia se han ido y todas las personas cristianas se han enfrentado a lo mismo. La muerte, la violencia y el desplazamiento son comunes a todos los iraquíes de todas las religiones y grupos. Poner atención en las personas cristianas nos ayuda a comprender una vez más que, en medio de las amenazas, las pérdidas y la migración masiva, ellas se levantan en medio de situaciones que siguen empeorando y en medio de las crisis profundizan su preocupación por el testimonio y el servicio. Ofrecen atención a la población general en jardines de infantes y otros ministerios de servicio. Entienden necesaria su presencia para la construcción de una sociedad de coexistencia que haga posible la paz y la reconciliación en un marco de respeto por la diversidad. Nuestra presidenta acompañó la ministración de mujeres en la prisión, lugar donde la iglesia asegura a cada persona su valor y dignidad. Los jardines de infantes y las escuelas ofrecen un espacio en que los valores del amor y la pertenencia contrastan con la violencia, la guerra y la injusticia que ha dividido a la región. ¡Levántate y brilla! En Irak lo escucharon, ¡y lo hicieron! Pero también nos piden que abordemos las causas profundas de la migración para garantizar la paz, la justicia y la reconciliación para que la gloria de Dios, que es la humanidad plenamente viva en toda su diversidad, prospere. Sin los cristianos y las cristianas y otros que no pertenecen a los grupos dominantes, ésta visión es imposible.

En Manila, integrantes de la CMIR que visitaban la Iglesia Unida de Cristo en Filipinas, caminaron por sitios complicados para acompañar la tarea solidaria con las comunidades urbanas empobrecidas, escucharon el testimonio de jóvenes desplazados por la violencia y la violación de sus derechos humanos desde la isla de Mindanao. Allí, con el mismo ritmo, el pueblo de Dios se levanta y resplandece en defensa de la vida, a medida que crecen la oscuridad de la injusticia estructural y el autoritarismo. La esperanza que aparece cuando las razones para la esperanza parecen lejanas.

La oscuridad cubre la Tierra y una densa oscuridad cubre a las personas. Esta es una descripción acertada del momento en que vivimos, pero la CMIR continúa siendo motivada y movilizada toda vez que somos “llamados y llamadas a la comunión y comprometidos y comprometidas con la justicia”. Personas e iglesias llamadas a la comunión para compartir el sufrimiento y la esperanza en toda nuestra familia. Una familia de iglesias que se está levantando para que la gloria de Dios – la humanidad y la tierra plenamente vivas – sea plena y se pueda decir, finalmente, para quienes siguen a Jesús, aquello que fue dicho en medio de los tiempos más sombríos: “YO HE VENIDO PARA QUE TODOS Y TODAS TENGAN VIDA Y VIDA EN ABUNDANCIA”.

Paz,

Chris Ferguson
Secretario General

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