Posted on diciembre 17, 2019 by Phil Tanis
de Chris Ferguson
Secretario General
Del tronco de Isaí brotará un retoño; un vástago nacerá de sus raíces. El Espíritu del Señor reposará sobre él: espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor. Él se deleitará en el temor del Señor; no juzgará según las apariencias, ni decidirá por lo que oiga decir, sino que juzgará con justicia a los desvalidos, y dará un fallo justo en favor de los pobres de la tierra. Destruirá la tierra con la vara de su boca; matará al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será el cinto de sus lomos y la fidelidad el ceñidor de su cintura. El lobo vivirá con el cordero, el leopardo se echará con el cabrito, y juntos andarán el ternero y el cachorro de león, y un niño pequeño los guiará. —Isaías 11:1-6 (NVI)
Pero cuando los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley vieron que hacía cosas maravillosas, y que los niños gritaban en el templo: «¡Hosanna al Hijo de David!», se indignaron. —¿Oyes lo que esos están diciendo? —protestaron. —Claro que sí —respondió Jesús—; ¿no han leído nunca: “En los labios de los pequeños y de los niños de pecho has puesto la perfecta alabanza”? —Mateo 21:15-16 (NVI)
En todo el mundo, este año, nos sentimos atrapados y atrapadas en el verdadero y más crudo significado bíblico del Adviento. No se trata de una espera apacible, expectante y preparada anhelando algunas buenas e inevitables noticias para las que debemos hacer espacio en nuestras atestadas vidas, sino más bien de una sensación desesperada de estar sobrepasados por el peso del mundo. Para la mayoría de las personas y para el planeta mismo, las realidades sociales, políticas, económicas, culturales y religiosas son, en el mejor de los casos, inquietantes y, de hecho, angustiantes.
La realidad de la guerra, la violencia, la agitación social, la emergencia ambiental, el racismo y el aumento del autoritarismo y la opresión religiosamente justificada es para todos y todas, un peso en la vida de cada día. Esto nos abre un espacio receptivo para percibir el mundo del profeta Isaías como un mundo en el cual el impacto del sufrimiento y la injusticia son insoportables y dominan la vida del pueblo de Israel. La situación global actual nos sensibiliza para sentir la desesperación de vivir en un mundo donde todos los indicadores apuntan hacia una situación cada vez peor de desigualdad, miedo y violencia, hacia el anhelo de que la situación cambie, hacia la tensión por el alivio. El tiempo del Adviento no es la expectativa de que la ayuda llegue pronto, sino la duda creciente de que tal vez no llegue.
La emergencia climática y la masividad del desplazamiento humano, junto a la pobreza e inequidad crecientes, no parecen, francamente, indicar un final feliz en el corto plazo. El surgimiento de liderazgos que fomentan la división y la dominación apunta a una lucha polarizada y prolongada por la justicia y la dignidad. Estos liderazgos y mayorías asumen posiciones intolerantes que hubieran parecido impensables y que, sin embargo, reciben un apoyo popular aparentemente masivo.
La coyuntura de Isaías no señala en absoluto la cómoda seguridad de que todo esto tendrá un final feliz. O la falsa esperanza de fingir que no importa cómo suframos ahora porque recibiremos una recompensa más adelante en el cielo.
La imaginación profética se enciende no con promesas de gracia barata y de resultados garantizados, sino con un llamado a construir esperanza en otros lugares. Una invitación a ver el presente no en términos de una situación mejor pre-enlatada, sino como una oportunidad para descubrir que Dios está ofreciendo posibilidades en los lugares absolutamente opuestos a los de las reglas del poder.
Isaías no solo está presagiando lo que ya conocemos sobre Jesús, sino también sobre cómo Dios obra en nuestros tiempos actuales. La profecía tiene que ver tanto con el discernimiento de las acciones de Dios en el presente como en aquello que está por venir.
Dios está haciendo su tarea no en lugares de poder, fuertes y dominantes. El retoño verde de la esperanza proviene de un tronco seco e infértil, no de un árbol robusto. Proviene de vidas ya destrozadas y menospreciadas. Un brote de un tronco seco. Mira a tu alrededor. Discierne, detecta. Dónde y quiénes han sido diezmados y disecados, ¡allí espera una sorpresa! No modelada por lo que vemos o escuchamos como posibilidades, sino por la justicia que no se puede reprimir.
Criaturas que se resisten y se oponen, armonizan y unen fuerzas, no domesticadas por los poderosos sino guiadas por una criatura pequeño. Es difícil no asimilar la visión profética de Isaías cuando vemos los múltiples estragos de la opresión, del sufrimiento y de la destrucción y, a la vez, desde lugares muy inesperados, percibimos que las fuerzas opositoras están siendo dirigidas por niños y niñas. Jesús, pero en nuestro propio tiempo y contexto, desde sitios con poca esperanza aparecen brotes de nueva vida.
En el frente ambiental global, no hay duda acerca del lugar desde el cuál asoma el verdadero liderazgo para el cambio. Imagínese, hace apenas un año que Greta Thunberg comenzó una huelga escolar en absoluta soledad. Ahora los niños y niñas de las escuelas están literalmente liderando el movimiento ambiental global. Y este Adviento de movimiento de liderazgo no es solo inspirador, edificante. Son las voces urgentes de los niños y de las niñas que dicen: “No queremos que se sientan esperanzados, esperanzadas. Queremos que entren en pánico”. La visión profética nos ayuda a ver que, en ocasiones – como en la resistencia a la violencia armada o al enfrentar una catástrofe ecológica – los niños y las niñas son las únicas personas adultas en la sala.
Desde Hong Kong hasta Beirut, pasando por Chile y más de nueve protestas populares lideradas por jóvenes, rechazan la clase política actual, poniéndose a favor de la política de la vida y de la justicia.
Isaías nos señala dónde se encuentra el espíritu, el espíritu de Dios, el espíritu de Jesús en momentos desesperantes. Entre las personas maltratadas e ignoradas. Los niños y las niñas se encuentran entre aquellas personas llenas del espíritu de sabiduría y de comprensión. El espíritu del temor y del conocimiento del Dios de la vida.
En el Evangelio de Mateo, luego de la entrada de Jesús a Jerusalén, el patio del templo está lleno de niños y de niñas de la calle que gritan: “¡Hosanna!” Sálvanos. Rescátanos, hijo de David, ahora. Y los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley se indignaron y dijeron: “¿Escuchan lo que dicen estos niños?” La respuesta es: sí. En este Adviento de las voces esperadas de los niños y de las niñas, escuchamos la convocatoria a unirnos al movimiento de Jesús. Para salvar, para rescatar la vida donde ella se encuentre en riesgo. Adviento nos ayuda a recordar hacia dónde mirar para percibir el obrar de Dios.
Porque una criatura les guiará.
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